martes, 26 de junio de 2007

Top 21


De flojera

Tirar y recibir choro sobre éxitos sociales, académicos, de lana...
Hablar horas y horas del nuevo "algo" en el mercado.
El mareo en los barcos
Las alturas.
Las discusiones.
La muerte de los que he amado.
Cuando alguien lastima a mis hermanos.
Las lágrimas que mis amigos han vertido de decepción.
Las lágrimas que yo he vertido por decepción.
Cuando una de mis amigas se enfrascó en "salvar" a su novio cocainómano.
Cuando mis primas se divorciaron.
La decepción del amor...

Fascinante

El agua.
El Popo y el Izta nevados.
Las mariposas en el estómago.
Los retos profesionales y creativos.
Los conciertos de rock
Las tenis, las botas y los jeans
Las perlas y el oro.
Jaime López.
Desear verme linda para alguien especial
La cerveza corona.
Los tacos.
La prosa y los poemas.
La coca cola extra fría en botella de cristal que venden en Cuautla, Morelos.
La primera vez que vi la ciudad de México desde la casa de mis primos en el Ajusco
La sensación de cuando escuché por primera vez una película en alemán.
Otorgar sentimientos nobles y luminosos.

lunes, 25 de junio de 2007

No, gracias.


Cosa rarísima es cuando los hombres empiezan a tejer alrededor de una mujer una telaraña de atenciones.

Supongamos que un día conoces a alguien en un lugar donde hacen comunidad: el trabajo, el club, una clase que cursas... y traban amistad. Un día él te invita a tomar un café. El asunto aquí es que él tiene unos veintitantos y tú más de treinta. No es un niño pero tampoco alguien que ha alcanzado lo que tú en tu discurso consideras la madurez económica, emocional y personal.

Pero decía. Digamos tú quieres pecar de ingenua y aceptas porque es tu compañero y amigo, él es tan joven (al menos respecto a ti) que no hay nada que pueda vincularlos más allá de un café: te platicará de su novia o alguna confidencia y cada quien a su casa. Desde esa primera cita él se muestra como todo un seductor. Por las historias que te narra cualquiera diría que el señor ha vivido. Además notas que te mira como lo que eres: una mujer joven, encantadora, con conocimiento de causa de lo que afirmas, con un estilo y forma de ver el mundo definido en base a tus vivencias. Pasas por alto que junta las monedas para pagar, que de repente trastabillea y se sonroja… Hasta ahí todo se mantienen en terreno firme.

Sorpresivamente no es la única vez, en otras ocasiones llama y te invita nuevamente a salir. Es ocasión de ir a un destino lejos de la ciudad y él sugiere quedarse a dormir “claro, van más amigos…”, te dice. No es tu postura escandalizarte por una situación que no presenta tentación para tu persona; además ya eres un adulta y puedes tomar tus decisiones. Esa noche es mágica por el entorno y el ambiente que el folclor nacional le imprime a un lugar donde la celebración es la meta principal. En cada paso, a cada momento, él te toma de la mano, te atiende y consiente y la pasas increíblemente bien, aunque no aceptas quedarte y regresas a casa.

El sujeto en cuestión “es lindo, al menos mucho más que los hombre de más de 30, los que han dejado de tener entusiasmo y pasión por la vida” te encuentras diciéndole a tus amigas. Ellas lanzan la obvia pregunta ¿andarías con un hombre 10 años más joven que tú? Es una cuestión que suena tentadora pero que desechas de tu mente pues piensas que aquí no es el caso ni el punto. Él es lindo pero no te apasiona.

Así las cosas las salidas se suceden. En esas citas te bombardea con preguntas sobre qué piensas tú de él, “eres lindo pero te falta crecer” te ves diciéndole, divertida por sus refunfuños. Organiza salidas en restaurantes íntimos con escapadas al antro de moda de música que toleras pero no amas. Por supuesto estrecha su manos con la tuya, te mira fijamente, te toma del talle para cruzar la calle, te manda algunos saludos a tu celular, se sugiere hacer un viaje juntos y siempre considera la posibilidad de volver a verte. En ese momento ya es obvio que algo está sucediendo pero ¿qué? la curiosidad y el placer de sentirte buscada te empuja a seguir adelante.

Un día él y te invita al cine. Aceptas. Es una linda y familiar tarde de verano. Él es lindo como siempre, te hace reír, compra palomitas, dulces, helados y juntos se sumergen en la oscuridad de la sala de cine en la que se proyecta el último éxito taquillero y que a ti ya en su anterior entrega (y se lo dices) francamente te hizo dormir. A media función él nota que te revuelves aburrida en tu asiento. De repente y no es la primera vez que sucede, te estrecha entre sus brazos donde te quedas cómodamente recargada y toma tu mano; tu no te niegas al cariño.

Para entonces ya te haz dado cuenta de que lo que ha venido sucediendo no es producto de la casualidad: él conciente y claramente ha estado encontrándote, buscándote, como queriendo despertarte. Aunque no eres indiferente, te resistes a dar un paso más hacia donde no estás convencida de que quieres ir y finges que nada pasa para retomar lo que son: dos amigos que salen juntos de vez en cuando.

Por fin anuncias que debes irte. Él dice que te acompañará. En ese transitar vuelve a la carga pero quiere ir más allá... pero ni hablar, porque tienes más de 30 y algo de experiencia, ya no te dejas llevar sin pensar en las consecuencias de sus actos. Atrás han quedado los días en los que te echabas de cabeza en una situación emocional, a costa de tí misma y sin miedo a preguntar “¿por qué está sucediendo esto?...” Y él no encuentra calificativos ni adjetivos, prosa o verso... simplemente no sabe que responder, lo evade. Es decir, va en pos de una aventura que tal vez cree que encontrará porque tienes más de 30.

Creo que esas cosas pasan porque algunas mujeres, ahogadas en soledad, aceptan retazos de afecto de hombres así: los que de un hecho buscan una oportunidad; si se da perfecto, sino aquí no ha pasado nada y a lo que sigue…

Pero tú tienes más de 30 y eres bella, solvente, independiente, dueña de tu cuerpo y NO, no eres objeto ni trofeo. No vas por ahí aceptando la cita de ocasión. Y le diría a todas las mujeres, no sólo las de más de 30, de cualquier país que a cualquier edad y momento, se es plena, bella y con el derecho de encandecer en el placentero torrente del amor y deseo de un hombre que te ama y desea.

En situaciones así, sigue adelante, no sin antes decir un educado "no, gracias."

jueves, 21 de junio de 2007

La peor de todas.


Recientemente me encontré con estas joyitas que les comparto. Honestamente, por formación profesional y experiencia, coincido con las primeras. Que las disfruten.

Modestamente, la televisión no es culpable de nada. Es un espejo en el que nos miramos todos y al mirarnos nos reflejamos.
Jaime de Armiñán

La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural.
Federico Fellini

La televisión es una hija del cine que le ha salido disipada y de malas costumbres.
Ramón J. Sénder

La dependencia de las personas de la televisión es el hecho más destructivo de la civilización actual.
Robert Spaemann

Los matrimonios jóvenes no se imaginan lo que deben a la televisión. Antiguamente había que conversar con el cónyuge.
Isidoro Loi

La televisión puede darnos muchas cosas, salvo tiempo para pensar.
Bernice Buresh

Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro.
Groucho Marx

Donde funciona un televisor, seguro que hay alguien que no está leyendo.
John Irving

Hoy no salir en televisión es un signo de elegancia.
Umberto Eco

La televisión es maravillosa. No sólo nos produce dolor de cabeza, sino que además en su publicidad encontramos las pastillas que nos aliviarán.
Bette Davis

La televisión será la base de la opinión pública. Ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada.
Alain Touraine

La televisión se nos aparece como algo semejante a la energía nuclear. Ambas sólo pueden canalizarse a base de claras decisiones culturales y morales.
Umberto Eco

Hay algo absolutamente tranquilizador sobre la televisión: lo peor está siempre por venir.
Jack Gould

Si de pronto se descompusieran todos los televisores del mundo, no habría escalas para medir los maremotos de aburrimiento.
Manuel Campo Vidal

La televisión es la violación de las multitudes.
Jean Francois Revel

Muy pronto la televisión, para ejercer su influencia soberana, recorrerá en todos los sentidos toda la maquinaria y todo el bullicio de las relaciones humanas.
Martin Heidegger

Vivimos en la era de la televisión. Una sola toma de una enfermera bonita ayudando a un viejo a salir de una sala dice más que todas las estadísticas sanitarias.
Margaret Thatcher

El problema es que la televisión amalgame y convierta en papilla informe la realidad, la ficción, lo fundamental, lo secundario, el divertimento y la reflexión.
Jean Renoir

La televisión ha acabado con el cine, el teatro, las tertulias y la lectura. Ahora tantos canales terminan con la unidad familiar.
Antonio Mingote

La televisión destruye sistemáticamente la diferencia entre lo normal y lo anormal, porque en sus parámetros lo normal carece en sí de interés suficiente y siempre habrá entonces que enfrentarlo a una alternativa. Su criterio no es la difusión de los valores y los principios sino el provocar el mayor impacto.
Robert Spaemann

La televisión debe evitar el presentar siempre la realidad color de rosa.
René Schenker

La televisión nos proporciona temas sobre los que pensar, pero no nos deja tiempo para hacerlo.
Gilbert Cesaron

Seis, ocho millones de espectadores. Estas son cifras con las que nunca pudo soñar ningún director teatral o novelista y menos aún Esquilo, Sófocles o Eurípides.
Fernando Fernán Gomez

La televisión es un arma de doble filo, con la que incluso el espectador puede llegar a suicidarse.
Virginia Vilanova

Cuando la televisión informa sobre algún hecho marginal, en ese momento deja de serlo.
Manuel Campo Vidal

La televisión es la violación de las multitudes.
Jean Francois Revel

Yo creo que llevo unos veinte años odiando y amando la televisión. Las épocas de nuestra vida se pueden fijar en el recuerdo en función de la programación.
Roger Wolfe

La televisión rompió el confort de los cuartos de estar con la brutalidad de la guerra. Vietnam se perdió en ellos, no en los campos de batalla.
Herbert Marshall McLuhan

Cuando viajo por Europa paso bastante tiempo en la habitación del hotel, repasando la cultura local a través de los programas de televisión.
Barbara Probst Solomon

La pequeña pantalla es la barraca de feria donde el pueblo viene a ver las maravillas del mundo.
Kazimierz Brandys.

miércoles, 20 de junio de 2007

Soledad

Hace unos días no tuve grandes planes. Debido a que sería el día del padre todo el mundo planeó citas, reuniones e incluso viajes, todo en familia. No fui la excepción y no recibí o acepté invitaciones ni proyecté una salida.

En una noche de viernes, cuando concluí todas mis actividades, me embargó una emoción extraña, mezcla de ausencia y necesidad. Me levanté y fui a navegar un rato por internet pero nada: evidentemente la vida siempre es más hermosa en la realidad que en lo virtual y sentí como si todo el mundo anduviera por ahí de francachela. Luego vi un rato la TV pero a decir verdad no puse atención a lo que la rutilante pantallita transmitía.

En el oscuro silencio y sin sueño, me abrumó el todo y el nada. Sentí el peso de la soledad que se manifestó y comprendí que me pasaba: me sentí sola, muy sola, miserablemente sola y no me gustó. Sé que me quiere la escoba y el sacudidor... mis amigos, familia y el compañero de turno quien me procura compañía pero no una pareja. No obstante, a diferencia de hace unos años, ahora no me da pena verbalizarlo, reconocerlo: me siento sola. Y decirlo me evita caer en los absurdos juegos de supermujer que todo lo puede y nada la afecta.

Sé que hay soledades peores: la del hombre que dejó de amarte y desearte por lo que suele llegar a la casa cuando ya estés dormida. La de la mujer decepcionada de su compañero y quien ya no quiere que la toque. La de los esposos que se sientan a la mesa y no se dirigen la palabra. La de los hijos que no desean tu opinión e incluso se burlan de tus comentarios...

Pero en este momento estamos hablando de mi soledad y no pienso competir ni minimizarla.

Me queda claro que aunque pase por momentos así no cejaré en mi empeño de volver a sentir profundo amor y que me profesen igual veneración y deseo. Mi hermana alguna vez me dijo que en un tris te consigues compañía, pero no una pareja; cuanta sabiduría encierran sus palabras.

En este afán de creer que en el fondo de nuestra alma todas las mujeres llevamos una princesa vestida de color de rosa, yo me niego a no ser amada y deseada y entregarme a la soledad de una jaula de oro, que resulta mucho peor.

Para la charla de café

Dejo aquí las siguientes premisas para el debate de las emociones y sentimientos, con quien más confianza le tengas:

*Una relación la forman dos individualidades, cada uno con libre albedrío y capacidad de decisión.

*Lo mejor que te puede pasar es establecerte con un hombre de trabajo. Si tú también lo eres, juntos llegarán muy lejos.

*Cada miembro de la pareja tiene sus sueños y sus metas; coartarla y limitarlas son causa de rencor y frustración en el que se ve impedido.

*Un compromiso con otra persona es de amor. Cualquier otro motivo que te una a él: interés, compañía, último tren... los desgastará.

*Cásate conciente de la situación, de quien es la persona que has elegido, pues hacerlo solamente enamorado(a) es como un lamparazo en un cuarto oscuro.

Tal vez una de las descripciones más bonitas que he escuchado sobre lo que se refiere a la relación de pareja, es la que leí en Paula de Isabel Allende:

"Llevamos más de cuatro años juntos y todavía siento por él la misma indefinible alquimia del primer día, una atracción poderosa que con el tiempo ha matizado con otros sentimientos, pero que sigue siendo la materia primordial de nuestra unión. No sé en que consiste ni como definirla, porque no solo es sexual, aunque así lo creía al principio; él sostiene que somos dos luchadores impulsados con la misma clase de energía, juntos tenemos la misma fuerza de un tren en plena marcha, podemos alcanzar cualquier meta, unidos somos invencibles, dice. Ambos confiamos en que el otro nos cuida la espalda, no traiciona, no miente, sostiene en los momentos de flaqueza, ayuda a enderezar el timón cuando se pierde el rumbo. Creo que también hay un componente espiritual, si creyera en la reencarnación pensaría que nuestro karma es encontrarnos y amarnos en cada vida"

En conclusión, citando a Lennon y MacCartney "al final, el amor que recibes, equivale siempre a aquel que sembraste"…

martes, 19 de junio de 2007

Si alguna vez recuerdas

Casi iniciaba el otoño cuando lo conocí.

Llegó con andar seguro pero con un leve retraimiento en la mirada, como no queriendo ser descubierto en la contemplación de mi persona, tal vez temiendo que si fijaba su mirada, lo que viera le gustara demasiado y volviera el vouyerismo su forma de comunicación conmigo.

El día en el que nos conocimos su auto desfallecía de sed y lo revivimos con una poco de agua que tomamos en la llave de un jardín. La situación era un tanto surrealista y parecía que todo saldría mal. En mi mente bailoteaban todas esas frases que las amigas te dicen sobre cómo debe ser el hombre del que te enamoras, trazado en su cuenta en el banco y los litros de gasolina por kilómetro que usa su auto. En el otro extremo entendía de lo que hablaban cuando dicen que existe una fina alquimia, mezcla de atracción, excitación, sonrojo y alegría que te indica que estás ante el hombre de tu vida, aunque se trate de un caballero de triste figura, paladín de molinos de viento…

Yo sentí rendirme ante el timbre grave de su voz, su barba y bigote cerrada, tupida como madre selva, sus ojos cristalinos, el aletear de sus largas pestañas que parecían que en cualquier momento remontarían el vuelo, su olor a tabaco y su aire protector.

-¡Que diablos!, me dije, que la vida está sucediendo y no voy a perdérmela.

Esa noche fuimos a caminar en medio de la nada; compramos un café, nos refugiamos en un kiosco y hablamos toda la noche. Me explicó que la luna más brillante del año es la de octubre porque es cuando más se acerca a la tierra; comentó que las iglesias tienen bóvedas para dar mayor relevancia simbólica al edificio y detalló que la noche más larga es la última del décimo mes de año, por eso la dedicamos a los muertos…

Al despedirnos, me dio un abrazo y sólo añadió “hasta luego”; así nada más, sin grandielocuencias ni ceremonias; no supe si lo volvería a ver, si me llamaría, solamente se fue, dejando en el aire el humo de su cigarro que se disipó con la nada.

El inclemente invierno

Recientemente rumbo a mi trabajo, en transporte público, al dirigirme al lugar donde me sentaría, una señora de unos 60 años seguía mis movimientos con mirada inquisitoria. No le presté mayor importancia. Me senté en la banca detrás y ella volteó a verme insistentemente. Seguí sin darle importancia pues no voy por la vida cosechando discordias.

Como en esos día me aquejaba una gripa, casi al minuto saqué un pañuelo desechable y tosí; entonces la señora me recriminó, yo no comenté nada. Ella volvió a la carga y me acusó de no tener consideración, de no cubrirme la boca. “Me la tapé señora” fue mi respuesta, pero no me escuchó y continuó con una retahíla que zanjé al pedirle que no me hiciera presa de su mal humor.

A los pocos segundos que me increpó subió otra mujer de mediana edad. La señora le dedicó nuevamente una de sus gélidas miradas. Como sucedió conmigo, la siguió con la vista hasta que se sentó -a mi lado. La nueva pasajera también se incomodó con el vistazo pero tampoco dijo nada.

Entonces empecé a creer que la señora algo le sucedía, era mucha casualidad que a dos mujeres jóvenes las recibiera con tales fanfarrias. La observé con atención: de escaso 1.50 metros de estatura, el pelo cano, descuidado, las arrugas se pronunciaban en medio de su frente y usaba de ese estilo de ropa como en capas, que vas quitando de acuerdo a lo que el clima dicte. Completaba su atuendo dos bolsas grandes que aferraba a su brazo y las acomodó en el asiento que por supuesto no cedió.

Durante todo el camino la señora buscó la confrontación: recriminó a un joven que llevaba una mochila, le pedía a la gente que se avanzara del espacio que consideraba le pertenecía y llegó al extremo de botar las manos de la gente que se tomaba del tubo que va sobre los asientos y que si vas de pie, es lo único que tiene para asirte.

Los sentimientos que me fueron provocando el comportamiento de la señora pasaron por varias etapas: primero me sorprendió, luego me molestó pero finalmente me dio mucha tristeza pues el largo camino me dio tiempo para pensar qué es lo que pudo haberle sucedido en la vida para que llevara tal amargura a cuestas.

Me planteé escenarios posibles: tal vez su esposo murió y ella se siente sola. Puede ser que sus hijos poco a poco la han ido olvidando y ya no llamarla o buscarla. A lo mejor ha habido tanta gente que abusó de ella -en el trabajo, sus relaciones intrapersonales, sus amigos…- que un día se dijo “ya no más”. Tale vez siempre ha estado sola, miserablemente sola, por lo que en el invierno de su vida está enojada con Dios.

Llegué a mi trabajo y con mis amigos empecé a bromear. Luego al salir me fui a un curso en el que hablé de los grandes temas del arte y la cultura. Al arribar a mi casa había comida caliente para merendar. Al siguiente fin de semana me reuní con alguien especial que me llevó a cenar y a bailar…
La verdad es que me olvidé de la señora. Pero ayer en la tarde me pareció verla en la mirada de un señor que revolvía un bote de basura buscando, supongo, algo para vender –latas, cartón, periódico…- para comprar el trago y el taco que le permitirá continuar con su mísera y solitaria vida…

Y entonces comprendí…

lunes, 18 de junio de 2007

Y vivieron felices para siempre.

¿Qué le sucedió a nuestros sueños infantiles?

Cuando yo era niña los cuentos de hadas justamente terminaban cuando la princesa era besada por el príncipe, quien obviamente había luchado contra dragones, fuego, brujas malas bla, bla, bla, para llegar a ella. Entonces se casaban, iban a vivir juntos al castillo y colorín, colorado…

Pero en el mundo real, la era de la globalización y la sociedad de la información, las cosas son distintas. Muchas de las princesas que conozco, yo misma, hemos ido despertando de ciertos sueños que más parecen quimeras forjadas al calor de la adolescencia. Aunque sigo creyendo que somos princesas, creo que ahora nos parecemos más a Fiona y decididamente no esperamos que un príncipe nos "rescate".

Es así como en ese trajinar descubres que el camino amarillo de tus ilusiones es más complejo que un papel determinado o un rol por cumplir y la verdad no es fácil pues ¿qué es la felicidad: una meta o una vía?

Ahorita recuerdo que cuando estaba en la universidad me gustaban tres príncipes:

Uno lo conocía desde hacía mucho tiempo, ingeniero, apenas graduado pero ya con un futuro "brillante" pues había sido contratado por una compañía trasnacional. Según mis amigas era un gran partido, pero había un problema: a su lado yo no volaba.

Luego estaba otro que por su nombre de querubín yo sentía que flotaba; pero él no se fascinó conmigo, a decir verdad con ninguna mujer.

El tercero el que yo declaraba era mi "alma gemela", era el clásico antihéroe: cabello largo, intelectual, intenso, algo atormentado, todos elementos importantísimos para que se cocine el mejor melodrama. En efecto: fue capaz de construir con palabras un mundo posible que destruyó a base de misterios, inseguridades e indecisiones, en la búsqueda de la trascendencia.

Así las cosas no me quedé con ninguno de los tres.

Era una época en la que me alimentaba de ilusiones y sueños. Estaba muerta de miedo pues la Universidad estaba a punto de expulsarme al mundo real y no tenía nada, ni siquiera el título de “licenciada” ya que debía realizar una tesis y pasar por un examen profesional para obtener el grado. Por supuesto tampoco tenía trabajo, no al menos de la carrera que había elegido. ¿Experiencia? Mínima, incluso de la vida…

Por eso algo debía hacer para decir que tenía "algo" que fuera mío y lo único que se me ocurrió -como supongo que les sucede a todas las mujeres- es que debía casarme y así tener algo de mi “propiedad”.

Que bueno que no lo hice. Es más, veo con tristeza que todas esas historias que a mi alrededor se fueron tramando, propias como ajenas, a veces estuvieron motivadas no por amor sino por miedo: a la soledad, a la crítica, al no poder olvidar a alguien más…

Y el miedo construye paredes.

Ahora que formo parte del selecto grupo de mujeres de más de treinta, puedo decir que creo en mí y en el amor: esa fina alquimia mezcla de ternura y deseo, en el que dos seres en libertad vuelan, se reconocen y deciden juntos remontar al sol y las estrellas.

Y deseo en mi caso y todas las mujeres de más de 30, no olviden a su princesa, la capacidad de soñar y por supuesto, reciban y den amor con gran intensidad.

Al you need is love.

En el incio


Es inútil precisar el momento en el que te decides a contar una historia. En un momento estabas en la contemplación del espacio y luego dale que dale a las teclas de tu máquina de escribir. ¡Ah, porque eso, si! hay quienes seguimos creyendo que la vieja máquina y su frenético tacatacatacatacatacataca le procura cierta mística lo que en ella tecleamos, aunque también revela un poco de nostalgia por los tiempos del nunca jamás, los que no volverán…

Pero para estar aquí tuve que dejar mi máquina en su lugar y decidirme por mi PC, hoy por hoy mi más apreciada herramienta de comunicación y creación.

¿Y por qué sumarme a la comunidad blogger? Por necedidad de compartir, descubrir cómo en el simbolismo de la botella que desde tu isla lanzas a la gran mar, justamente en internet pasas de la idea a la acción como si izaras velas para llegar a distintos puertos en el mundo. Ya habrá alguien que rescate esta garrafa y lea el pliego que en ella puse; a lo mejor nada le significa y la devuelve al oleaje, o tal vez suceda que aquí encuentras una fuente de donde beber.

Así las cosas, me sumerjo en este océano, que las olas me lleven lejos, muy lejos…